FUERA DE CONTEXTO

Lisandra tiene 15 años. Cara pálida, ojerosa, rasgos infantiles. Entre parches blancos en su cuero cabelludo, un pelo frágil y quebradizo vuelve a nacer luego de haber tierminado los ciclos de quimioterapia. Su cuerpo al descubierto muestra hematomas en ambos brazos y en el abdomen, su piel se trasluce dejando ver sus venas, dandole un color azulado al pálido, casi cadavérico de su aspecto. Sus mamas aún poco desarrolladas, como las de una niña, armonizan con el resto del cuadro. Algo que no puedo dejar de notar es su sonrisa constante y cooperación absoluta, la claridad con que explica su diagnóstico, con una mezcla de resignación y esperanza.

Hacen treinta y trés días que está en esa cama, en esa habitación. Treinta y trés días de angustia, tristeza, desamparo. Treinta y trés mañanas frías, treinta y trés tardes melancólicas, treinta y trés noches de lágrimas e insomnio. Con una alegría que me rompe el corazón, me cuenta que ayer fue su cumpleaños, que fue muy lindo porque recibió visitas y regalos de mucha gente. Su padre y hermano vinieron a visitarla desde muy lejos, su madre murió hace ya un tiempo.

Más allá de los tecnicismos académicos, que poco hacen a su pronóstico final, yo me pregunto... Qué espera ella de la vida? Qué cosas la hacen feliz? Cuáles son sus sueños y ambiciones truncadas? En qué piensa? Qué desea, con qué fantasea? Quizás de esto está hecha la vida: de esperanza, sueños, ambiciones,deseos, fantasías... y tal vez ella con su efímera existencia tiene más vida que muchos de nosotros, cuando dejamos de soñar, de desear, de fantasear... Cuando ya no encontramos metas ni ambiciones.

Por primera vez, desde hace mucho tiempo, salgo de la habitación con una tristeza que me llega muy profundo. No me olvido de su cara, ni de su nombre. Pero principalmente no me olvido de su sonrisa, totalmente fuera de contexto.